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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
los periódicos – enormes bolsones o
cinturones de pobreza, tanto urbana
como rural. Las bolsas de productos
para los pobres son parte de las redes
de clientelismo político.
A través de los Gobiernos de
Berger y Colom, el proyecto de
clase hizo uso indistinto de la fuerza
armada para la imposición de sus
fines. Recordemos la represión sobre
las comunidades kaqchikeles, en
2005, cuando bloqueaban el paso
de maquinaria de la minera Marlín,
rumbo a San Marcos. Asimismo,
toda la estrategia de implementación
de áreas protegidas naturalez en
Izabal, las Verapaces y Petén para,
así, despojar a las comunidades
q’eqchi’es de zonas donde, más
adelante, los proyectos petroleros
– ¡e incluso de palma africana! –
llegarían a desarrollarse. Tal fue la
violencia que se generalizó entre 2008
y 2011 en los desalojos, persecución
y asesinato contra comunidades
q’echi’es de Ensenada Puntarenas,
en Livingston o en las comunidades
del Valle del Polochic, Panzós. Ahí la
policía y el ejército actuaban como
brazo armado de proyectos finqueros
financiados por el narcotráfico, de la
familia finquera Widmann o de las
petroleras. Una vez más, el dinero
moviliza la fuerza armada del Estado
para fines privados. Pero, ¿cómo
es que el Estado fue cada vez más
abierto en la represión y apoyo a
los proyectos capitalistas? ¿Qué era
lo que no soportaban los finqueros
o narcotraficantes por igual con los
diputados o presidentes?
2. La asamblea, la consulta:
formas de resistencia
Después de 1996 los procesos de
resistencia y lucha tomaron caminos
distintos. Desde hacía varios años
las organizaciones revolucionarias,
surgidas ante el horizonte de la
vanguardia y de la toma del poder,
habían dejado de ser opción para los
albores del siglo XXI. Los Acuerdos
de Paz les habían permitido ingresar
en la arena legal de la contienda
partidista y pronto fueron rebasados
por una lógica contra la cual no podían
competir. Contrario a El Salvador,
en Guatemala el fraccionamiento,
la territorialización demarcada y
las contiendas grupales impidieron,
mucho tiempo antes del fin de la
lucha armada, la consolidación de un
frente unificado. Las campañas de
contrainsurgencia de 1981 a 1984
habían desintegrado un intentado
proyecto de soporte social de las
organizaciones revolucionarias, lo
cual fue sostenido por el control
militar sobre los pueblos a través
de las Patrullas de Autodefensa
Civil. La contrainsurgencia no solo
derrotó militarmente el proyecto de
las vanguardias revolucionarias sino,
además, consolidó una expansión