indeleble que resista los embates del poder, la corrupción y la injusticia que con-
forman la sociedad que nos alberga.
El “plus ignaciano” en nuestro sistema educativo: un humanismo
social comprometido:
Sabemos de memoria frases que le han dado la vuelta al mundo, como la del P.
Arrupe: “ser hombres y mujeres para los demás”. Incluso hemos repetido mil veces
la invitación a buscar “la Mayor gloria de Dios”. Como es probable que lo mismo
haya pasado con la formulación actual de la Misión de la Compañía: “el servicio de
la fe y la promoción de la justicia”.
Y claro que esto ya nos va haciendo diferentes; nos va constituyendo como univer-
sidades alternativas, con propuestas críticas que buscan otro tipo de perfil en el
egresado. La cuestión es: ¿hasta qué punto estas expresiones mantienen su filo?
¿Hasta qué punto la experiencia que hemos dejado en nuestros egresados es sólo
una “bonita nostalgia” por haber pasado juntos los años de la Universidad o a final
de cuentas queda algo más?
Cuando encontramos trabajando en el mismo consorcio a ex alumnos de diferentes
instituciones educativas, ¿descubrimos en nuestros egresados una manera dife-
rente de hacer las cosas? ¿Poseen los mismos valores que cualquier otro universi-
tario, o encontramos en ellos un plus que va poniendo las semillas de una sociedad
diferente, alternativa?
“A los pobres hay que tomarlos en serio –señala categóricamente el P. Kolven-
bach-, como Jesús los tomó en serio… Que todo el mundo sepa que ellos son el
referente obligado de nuestra educación”.
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Desde mi punto de vista éste es justo el
plus que nos hace diferentes; aunque el camino se presente tortuoso.
Ir contra las dinámicas de muerte que constituyen este mundo perverso y mentiro-
so, denunciado por san Juan en el Evangelio, no es nada fácil. Incluso por la mis-
ma mentira sutil en la que constantemente nos envuelve; pues es un mundo cuyos
valores, en realidad son anti valores; su felicidad, mentira; su salvación condena-
ción; su ganancia pérdida… Desgraciadamente caemos en sus garras más de lo
que nos imaginamos.
El camino marcado por el P. Kolvenbach es nítido: “Si no logramos formarles hom-
bres y mujeres para los demás, y capaces de transformar nuestro mundo en un
mundo fraterno, justo y solidario, podemos darnos por fracasados. El punto de la
cuestión es si la universidad entera ha hecho de la fe y de la justicia una prioridad
dentro de su misión, y si su práctica institucional responde a este objetivo”.
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Sim-
plemente, no deja dudas.
Un paso más.
En este sentido hablar del “plus ignaciano” o de ser una “universidad alternativa” es
hablar de lo mismo. Aunque también ahí está la parte complementaria de nuestra
misión. La actividad académica de nuestras instituciones, no puede agotarse en los
alumnos y en sus procesos de enseñanza. Como Universidad tiene que establecer
un diálogo crítico con el entorno en el que se encuentra, aunque sabemos que esto
sin duda traerá consecuencias de cruz para la institución ignaciana.
La visión crítica y valiente de una academia comprometida no puede pasar impune.
Lo sabemos en el mismo P. Ellacuría quien en la Universidad de Sta. Clara señaló:
“Todo centro jesuita de enseñanza superior está llamado a vivir dentro de una rea-
lidad social y a vivir para tal realidad social, a iluminarla con la inteligencia universi-
taria, a emplear todo el peso de la universidad para transformarla”.
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2
KOLVENBACH, P.H. Los Desafíos de la Educación Cristiana a las Puertas del Tercer Milenio. Arequipa, 18
de julio de 1998
3
KOLVENBACH, P.H. Alocución en la Universidad Católica de Córdoba, Argentina, con ocasión de la inau‐
guración de la sede rectoral, 12 de noviembre de 2001
4
ELLACURÍA, I. “La tarea de la Universidad católica”, Sta. Clara, 12 de Junio de 1982, Citado por el P.
Kolvenbach en su discurso también en Sta. Clara: “El servicio de la fe y la promoción de la justicia en la
Educación Universitaria de la Compañía de Jesús de USA”, 6 de Octubre del 2000.
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