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ha dirigido 

El anillo de los Nibelungos de Wagner en Tel Aviv. 

Wagner, el compositor acusado de manera recurrente de haber 
compuesto, con un siglo de anticipación, la música de fondo 
para la negra saga de los nazis.

La ignorancia es la base del conflicto entre Israel y Palestina, 
dice. Y dice que mientras ambos pueblos no lleguen a conocerse 
a fondo, y no aprendan a aceptar el punto de vista del otro,  
y a saber lo que el otro quiere y lo que necesita, las matanzas 
cotidianas van a continuar.

Le parece una aberración que la política oficial de su país haya 
llevado a la construcción de un muro como parte de la escalada 
de guerra, uno más en la terrible secuencia de muros que han 
dividido a pueblos enteros a lo largo de la historia, muros 
alzados por razones ideológicas y raciales, o por egoísmo, y que 
han marcado siempre fronteras infames. «No es un muro entre 
Israel y Palestina —eso todavía sería tonto pero aceptable— 
sino que es un muro que divide tierras palestinas de otras tierras 
palestinas...», dice.

Al negarse a ceder su asiento a un blanco en el autobús segregado 
de Montgomery, Alabama, en 1955, Rosa Parks logró que los 
negros pudieran sentarse al lado de los blancos. Logró tolerancia, 
pero desde allí a que los blancos se imaginen como negros,  
o viceversa, todavía queda un largo trecho por recorrer. 
O que un ladino de San Cristóbal de las Casas se imagine como 
un tzotzil, o un mestizo de Santa Cruz de la Sierra se imagine 
como un aimara del altiplano boliviano. O un costarricense 
como un nicaragüense. O un español como un marroquí, o un