12

Imaginar al otro

y por fin enemigos. Ser nada más tolerantes, se queda en una 
actitud condescendiente, como la de quienes habitan en una 
misma ciudad, pero en barrios separados, y aun cuando hablen 
la misma lengua, viven en una babel del espíritu, porque no 
quieren oírse, ni les interesa oírse. 

Amos Oz no ha dejado de hablar un solo día sobre la necesidad 
de la paz y la concordia entre palestinos y judíos, por lo que 
también ha sido acusado de traidor por sus propios compatriotas, 
mientras, a su vez, también hay palestinos que no terminan de 
tolerarlo. Uno puede conformarse con la tolerancia, pero más 
allá de la tolerancia se hallan la convivencia y el entendimiento, 
y mejor que eso, la identificación. 

No basta tolerarse. Hay que hacer el viaje de nuestra mente 
hacia la mente ajena, y vivir dentro de ella lo suficiente para 
que, al salir, ya no seamos otra vez los mismos. De ninguna 
otra manera podría resolverse el conflicto recurrente, odioso 
y tan sangriento entre israelitas y palestinos, que deberán vivir 
un día en paz, compartiendo el mismo ladrillo en que los han 
confinado la geografía y la historia. Y en América Latina, 
vivimos en ladrillos de diferentes tamaños, y cercados por 
muros visibles e invisibles, el primero de ellos el del egoísmo.

Otro judío que habla el mismo lenguaje de Amos Oz, es Daniel 
Barenboim, músico de genio universal. Aspira a que haya una 
orquesta sinfónica formada por israelitas y palestinos, y ha 
creado en Ramala un jardín de infancia musical para niños 
palestinos, de lo que ha resultado una orquesta juvenil. Y para 
que no queden dudas de que quiere ir más allá de la tolerancia,