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Imaginar al otro
¿Nos pertenecen, sentimos de verdad que forman parte de
nuestra propia identidad? ¿Somos capaces de ver el mundo con
sus ojos? ¿Nos importan, nos preocupa su suerte, su éxodo?
El Informe Mundial de la Ultra Riqueza (2012-2013), presentado
por la compañía Wealth-X de Singapur, revela que el número
de nuevas fortunas personales ha crecido como nunca en los
últimos años en los países centroamericanos, de donde parten
al exilio forzado los niños de esta amarga historia, expulsados
de sus hogares por la pobreza y la inseguridad.
Esa riqueza, la de los nuevos ricos del dinero fácil, es ajena al
desarrollo y no representa ninguna palanca de transformación
para traer bienestar a los demás, a los que viven con menos
de dos dólares al día, que son la mitad de la población
centroamericana. Es una riqueza ofensiva, que se exhibe en el
lujo vulgar y desmedido.
Y la injusticia y la desigualdad se repiten en otras latitudes.
«No sólo en la India, sino en todo el mundo está naciendo
un sistema económico que divide a la gente», dice Arundhati
Roy, la autora de la novela
El dios de las pequeñas cosas, ganadora
del Booker Prize en Inglaterra. «Un sistema que destruye a las
personas vulnerables. Me costaría estar en paz conmigo mismo
si callara».
Es el mismo sistema que ha expulsado a esos miles de niños
que esperan juicios de deportación en Estados Unidos, y que
demuestran un rotundo fracaso. No el de ellos, sino nuestro
fracaso. Vivimos en sociedades que han fracasado en crear