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La promoción
de la justicia
Uno de los campos en que encarna esta novedad consiste en
favorecer la equidad social y procurar la inclusión de los pobres.
Las instituciones de la Compañía no pueden contentarse con
estar al servicio de un determinado segmento social. Un
segmento social que, aun en el caso de que estas instituciones
no existieran, cuenta con medios para acceder a una educación
de calidad académica semejante. Es necesario facilitar el acceso
a alumnos sin recursos suficientes por medio de programas de
becas generosamente dotados. Decía el P. Kolvenbach (1989b,
p. 406): “El acceso de los económicamente débiles… es la
prueba del papel tornasol para juzgar el compromiso de la
educación superior y secundaria jesuita con el Evangelio” .
El ideal es que a través de esta educación los pobres puedan llegar
a adquirir medios de orden académico, legal, social y espiritual
a través de los cuales asumir proyectos de empoderamiento de
sus comunidades.
Un segundo campo consiste en que la universidad persiga
como objetivo primordial que sus egresados dispongan de
una mentalidad y compromiso por la justicia social y por los
pobres que les lleve a trabajar por su dignidad y promoción.
Parte del éxito de la universidad en el campo de la inclusión
social dependerá de las decisiones que estas personas tomen en
su vida profesional y privada. De ahí la importancia de abrirles
a un humanismo cristiano que aspire a un proyecto de dignidad
de vida para todas las personas, mediante una educación que
tenga una “perspectiva de justicia, desde las necesidades y las
esperanzas de los pobres” (Kovenbach 1990, p. 415).