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3. Proyección social: la universidad como 

institución transformadora

La universidad no solo responde a la demanda formativa del 
estudiante, sino también, de un modo esencial, a las necesidades 
de desarrollo humano de una sociedad. Sin embargo, no faltan 
tentaciones para operar exclusivamente como un lugar donde se 
expenden títulos académicos. La universidad puede llegar a ser 
una institución tecnocrática que pretende cubrir las necesidades 
de mano de obra cualificada que requieren las empresas, o 
trabajar únicamente por su prestigio a fin de sostenerse. 

Es por ello tan necesario preguntarse y discernir en cada 
momento histórico cuál es el papel transformador que puede 
ejercer la universidad en la realidad social concreta en la que 
se encuentra. La universidad puede adquirir de este modo 
una determinada proyección social, por medio de la cual 
puede “convertirse en una fuerza cultural” (Nicolás 2010) que 
promueve un determinado modo de entender el desarrollo y la 
paz en esa sociedad.

En la comprensión de la Compañía, las estructuras socioculturales 
son la base de las estructuras políticas y económicas. Por ello, 
promover la justicia conlleva transformar la cultura. Esta 
transformación cultural no podrá proponerse si antes, en alguna 
medida, la propia universidad no encarna, aunque solo sea de 
modo incipiente, la novedad por la que trabaja. Y esto habrá 
de realizarse con viento contrario, pues la universidad, por su 
propia naturaleza, siempre corre el “riesgo de concentración 
del saber, exclusión de los débiles y agrandamiento de las 
diferencias” (Kolvenbach 2000a, p. 285).