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En último término, esta investigación requiere tomar postura, 
no permite una fría e impracticable neutralidad axiológica.

Esta investigación habrá de ser también interdisciplinar, pues los 
graves problemas contemporáneos solo pueden ser abordados 
desde una multiplicidad de perspectivas académicas, buscando una 
integración de los saberes. Este ejercicio de interdisciplinariedad 
debe realizarse en grupos de especialistas procedentes de 
diversos campos del saber, que reúnan algunas características: la 
capacidad de dialogar con otros compañeros que utilizan otros 
métodos diversos de los suyos en su acercamiento a la realidad, 
apertura para cuestionar sus propios estudios y conclusiones, 
disposición para buscar y enriquecer la verdad.

Esta búsqueda abierta y sincera debe conducir a nuevas síntesis 
del saber, que permitan una comprensión más iluminadora de 
la realidad. Más que el conocimiento y la ciencia, lo que deben 
ofrecer las academias es sabiduría. 

Esa sabiduría está emparentada con el 

conocimiento interno del 

que habla Ignacio en sus 

Ejercicios Espirituales. Es un conocimiento 

que parte de la realidad. Es riguroso y atiende honradamente a 
los datos. Se realiza en discernimiento, en permanente escucha. 
Por eso es dinámico, siempre 

in fieri. Produce síntesis nuevas, 

que expresan profundidad y creatividad. No es meramente 
cognitivo, sino afectivo y en ese sentido parcial, posicionado. 
Conduce al compromiso, definiendo nuevos horizontes de vida 
buena para todos y apuntando a estrategias para alcanzarla. No es 
un conocimiento desencantado, sino que señala potencialidades 
y abre caminos de esperanza.