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La promoción
de la justicia
La investigación nunca tiene un carácter completamente neutro,
pues siempre parte de unos valores y de una peculiar concepción
del ser humano. De ahí la necesidad de preguntarse “para quién
y para qué” se investiga. Nuestro P. Kolvenbach insistía en que
nuestro punto de vista, por preferencia y por opción, es el de los
pobres. El P. Ellacuría iba aún más lejos, cuando decía: “el lugar
teórico adecuado para enfocar los grandes problemas sociales,
en orden a su interpretación correcta y su solución práctica, es,
en general, el de las mayorías populares” (Ellacuría 1982, p. 266).
El pobre, en su existencia y condición concretas, desvela
dinámicas profundas de la injusticia. Se imponen a la intuición
y ahorran largos razonamientos. Luego, la razón teórica podrá
buscar las vías para respaldar los hallazgos.
Asimismo, la preocupación por los últimos impide que la
investigación en su favor sea un mero pasatiempo. Se hace
demasiado seria como para que se pueda jugar con ella. La
investigación en bien de los pobres obliga a ir más allá del
mero diagnóstico, conduciendo a concluir en prácticas, y en un
ejercicio de defensa de los últimos. Busca por tanto un impacto,
y no solo una descripción fría de las cosas.
En todo caso, es necesario ser conscientes de que esta
investigación corre el riesgo de formular verdades incómodas,
que serán difíciles de escuchar aun a públicos muy cercanos,
que pueden rechazarlas o distanciarse de nosotros. Es entonces
cuando tendremos que realizar todo un ejercicio de honradez y
desprendimiento de intereses espurios. De ahí que la reflexión
desde las preocupaciones de los excluidos clarifique las propias
motivaciones, pues nos involucra personal e institucionalmente.