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que estén por encima de lo que se gana con dinero, la fama y 
el éxito” y de formar “líderes preocupados por la sociedad y el 
mundo, deseosos de acabar con el hambre y los enfrentamientos 
en el mundo” (Kolvenbach 1989b, p. 404). 

Esta formación ya la están procurando ustedes, por medio de 
asignaturas que incorporan una perspectiva ética y una mirada 
desde los pobres. Hay también numerosos programas de 
contacto y servicio a comunidades pobres, donde los alumnos 
pueden conocer la realidad de los excluidos, no solo de forma 
teórica, sino vital. La transformación ética y de valores se nutre 
del hecho fundante de salir de uno mismo, reconocer al otro 
y afirmarlo como persona. La tradición ignaciana enseña que 
ningún cambio sustancial sucede en la persona si no hay una 
transformación de la propia sensibilidad. Son este tipo de 
experiencias las que pueden contribuir a este cambio profundo 
de la orientación vital del alumno. Como decía el P. Kolvenbach, 
“la implicación personal en el sufrimiento inocente, en la 
injusticia que otros sufren, es el catalizador para la solidaridad 
que abre el camino a la búsqueda intelectual y a la reflexión 
moral” (Kolvenbach 2000b, p. 304).

Los programas de inserción y contacto personal con los 
pobres deben estar integrados en la propuesta académica; ser 
acompañados, para que los alumnos puedan discernir lo que 
acontece en su interior; incorporar la dimensión profesional y 
la de encuentro humano; y favorecer la intelección profunda de 
la realidad. 

Entre sus estudiantes hay personas especialmente capaces 
para liderar procesos de cambio, particularmente generosos o