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y gradual de las actuales instituciones por aquellas creadas por 
el poder ciudadano. A las gigantescas compañías monopólicas 
seguirán las cooperativas, microempresas y empresas de escala 
familiar; a los grandes bancos, cajas de ahorro, bancos populares 
y cooperativas de crédito; a las cadenas comerciales, el comercio 
justo, orgánico y directo entre productores y consumidores. A 
la producción estatal o privada de energías fósiles y del agua, 
seguirá la producción doméstica o comunitaria de energías 
solares y renovables y de recursos de agua; a los grandes 
latifundios, base de los agronegocios, las reformas agrarias que 
den lugar o multipliquen la producción a pequeña escala y de 
inspiración agroecológica; a los espacios naturales, escénicos y 
de esparcimiento hoy privatizados, su reconversión en espacios 
públicos y gratuitos, administrados por los ciudadanos locales, 
y, naturalmente, los presupuestos participativos, donde los 
planes gubernamentales sean decididos por los conglomerados 
humanos a la escala local, municipal, microregional o por los 
barrios, colonias y secciones de las ciudades. 

Los procesos hacia el futuro ya existen, solo falta reconocerlos, 
visibilizarlos, multiplicarlos y potenciarlos.