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Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador, y algunas porciones
de Nicaragua. Asimismo, esas áreas contienen una gran variedad
de hábitats que dan lugar a una extraordinaria diversidad
biológica, de tal suerte que Mesoamérica es una de las porciones
bioculturales más ricas del planeta. Contrariamente a lo percibido
en esa región, la población originaria se ha venido incrementado
a tasas superiores a la de los promedios nacionales. En México,
por ejemplo, la población indígena calculada exclusivamente por
la lengua hablada fue de 8.5 millones en 1990 y 12.7 millones en
2000. El censo nacional de 2010, donde se agrega la pregunta
sobre la autoidentificación (¿usted se considera indígena?)
registra casi 18 millones. De ese total, los datos censales indican
que 7.6 millones son hablantes y 9.1 millones se autocalifican
como indígenas, y que estos últimos viven fundamentalmente
en las ciudades, en tanto que los primeros siguen habitando
esencialmente en asentamientos rurales. Si a la cifra de México
se agrega la población indígena de Guatemala, que es de unos
8 millones y la de otros países, se alcanza un total en la región
de unos 27 millones de mesoamericanos que hablan más de 300
lenguas. Con una antigüedad de al menos 7 000 años, atestiguado
por los procesos de domesticación del maíz y otras 100 a 150
especies de plantas, los habitantes originarios de esta porción de
la América Latina conforman una fuerza de resistencia cultural,
y un reservorio de alteridad civilizatoria de enorme interés,
según lo planteado en las secciones anteriores.
Final
En Mesoamérica y en toda la América Latina, los modos
alternativos de mirar el futuro parecen nutrirse de los valores,
cosmovisiones, prácticas y formas societarias de los pueblos