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por unos 250 000 productores, aplican técnicas ecológicas y
producen alimentos sanos.
En Mesoamérica, existen además miles de iniciativas tales como
el Movimiento de Campesino a Campesino en Guatemala,
Honduras y El Salvador, que involucra y beneficia a medio
millón de familias rurales, y la Asociación Indígena y Campesina
de Forestería Comunitaria, que aglutina a las principales
organizaciones forestales de Centroamérica y que maneja cerca
de un millón de hectáreas de selvas y bosques. Por su parte,
en México existen más de mil experiencias de sustentabilidad
comunitaria, principalmente en el centro y sur del país, en torno
al café orgánico, el manejo forestal, ecoturismo, conservación
comunitaria, producción de miel y otros productos orgánicos,
etc. Finalmente, en los países andinos: Colombia, Perú,
Ecuador y Bolivia, el poderoso movimiento indígena también
ha contemplado sendos proyectos de modernidad alternativa
que incluyen conservación biocultural, producción orgánica,
ordenamiento territorial (planes de vida), y el rescate de formas
económicas como el trueque.
El “
buen vivir”: un aporte conceptual
desde la tradición
A esos logros materiales deben agregarse aportes en la
dimensión ideológica o filosófica. Por vez primera el concepto
de desarrollo ha sido sustituido como objetivo central de la
política por un concepto proveniente de las culturas originarias:
el del “buen vivir”. En efecto, de enorme interés son los
recientes experimentos políticos que viven países como Bolivia
y Ecuador donde los gobiernos se nutren de elementos de la