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cotidianas, y las instituciones y organizaciones que inventa para 
enfrentar, resistir y remontar la crisis, son las “laves ocultas”, las 
dimensiones intangibles que la reflexión crítica debe integrar. 
Es occidente por fin mirando a oriente. 

Ecología y política: cómo salir de la crisis

Si estamos inmersos en una crisis de civilización, una tesis 
formulada hace dos décadas y hoy casi unánimemente aceptada 
(Toledo, 1992), las vías para superarla no pueden venir sino 
de posiciones críticas inéditas, construidas desde nuevas 
epistemologías, y que conllevan una praxis política totalmente 
diferente a la asumida por los movimientos de vanguardia, 
incluyendo los más avanzados. Hasta donde alcanzo a mirar, 
la única corriente que logra realizar una crítica completa a la 
civilización moderna es aquella que, sin proponérselo, se finca 
en lo que podemos denominar una “ecología política”. Esta 
parte de un principio formulado en la década de los setenta 
por G. Skirbekk (

Ecologie et Marxisme, L`Espirit, 1974): las 

transformaciones sociales ya no pueden explicarse a partir de 
la contradicción entre las “fuerzas productivas y las relaciones 
de producción”, sino entre esas y las “fuerzas de la naturaleza”.

Cuarenta años después, la humanidad se enfrenta a una 
crisis múltidimensional, entre las cuales, la crisis ecológica, 
representada por el calentamiento global y su conjunto de 
secuelas climáticas, es sin duda la más amenazante y peligrosa, y 
por lo tanto, la que requeriría de la mayor atención. Esta amenaza, 
que pone en entredicho todo el andamiaje de la civilización 
industrial, requiere repensar los principales postulados y valores 
del mundo actual, pero centralmente cuatro: (i) saber coexistir 
con la naturaleza y sus procesos en todas las escalas; (ii) vivir