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la historia de la especie humana. En el parpadeo del último siglo, 
todos los procesos ligados al fenómeno humano se aceleraron, 
incrementando sus ritmos a niveles nunca vistos y generando 
fenómenos de tal complejidad que la propia capacidad del 
conocimiento humano ha quedado desbordada. 

El siglo XX ha sido la época de la consolidación del mundo 

moderno, industrial, capitalista, racional, tecnocrático, basado 

en el uso del petróleo y otros recursos minerales como el 

carbón, el gas y uranio, y de su expansión por todo el planeta. 

Este proceso, que ha tenido una topología y una cronología, se 

inició en Inglaterra, cruzó hacia la Europa continental, brincó 

los mares y se estableció en regiones parecidas a los paisajes 

europeos, en razón de clima, suelos y relieve, y finalmente, 

alcanzó las zonas más lejanas e inhóspitas a la cosmovisión 

europea: los vastos desiertos y, sobretodo, los invernaderos 

tropicales con selvas siempre verdes. 

La modernidad cuestionada

Hoy, tres o cuatro siglos después, la idea de la modernidad como 
sinónimo de progreso, bienestar, seguridad y paz, comienza a ser 
cuestionada, de la misma manera que se cuestionan los principales 
pilares del mundo moderno: la ciencia y la tecnología en su versión 
dominante, la vida profana y racional, la supuesta superioridad 
del individualismo y, sin duda, los valores propagados por la 
civilización industrial, entre los que destaca una obsesión por 
dominar a la naturaleza y una manía, reproducida en todos los 
ámbitos y niveles, por el crecimiento económico, la acumulación de 
riqueza y/o poder y una fe ciega en el mercado y en la tecnología.

El paraíso que ofrecía la civilización industrial es hoy una realidad 
reducida a un número limitado de seres humanos. Las tendencias