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Es toda esa espiritualidad la que nos lanza a irrumpir en el mundo 
fogosamente. Y se podría lograr más entusiasmo y fuego, si 
unimos lo ignaciano con la espiritualidad civil. De allí que todo 
este escrito sea una clara invitación a unir fuerzas, a aprovechar 
el caudal que puede dar la espiritualidad civil generando redes 
sociales y políticas, con todas las personas de buena voluntad. 
Lo ignaciano es ya una red que tiene como uno de sus objetivos 
neurálgicos dignificar a las personas y la Tierra. 

El lema del bicentenario de la restauración de la Compañía de 
Jesús es tremendamente audaz y explicito: 

Ite et inflamate omnia 

(¡Vayan e incéndienlo todo!). Que así sea.