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para personas de buena voluntad y sin afiliación religiosa, ese 
mismo escándalo llevaba una luz impresionante. «Jesucristo es 
ejemplo preclaro y supremo de la realidad de luz en el mundo 
humano» (Rodefast, 1985, pág. 47).

Jesús fue radicalmente laico, que apenas entró en los templos. Se opuso 
también al poder social: cambió la relación con las mujeres, criticó 
el patriarcalismo de las familias. Por todo esto lo criticaba aun 
su propia familia y sus parientes. Esto se notó cuando estando 
justo en Nazareth, donde había vivido, después de explicar la 
palabra, sus parientes lo quisieron matar. Jesús también se abrió 
al mundo “pagano” (cfr. Lc 4, 15-30). De hecho, como ya lo 
señalamos, muchos de los protagonistas del evangelio, lo son. En 
esto influyó que vivía en la Galilea de los paganos…(Cfr. Mt 4, 
12-15). Su condición de célibe fue un escándalo para la sociedad. 
Muchas de estas cosas lo convertían en reo de muerte

Se opuso también al poder económico, derribando las mesas de los 
banqueros del templo. Se ganó la crítica y luego persecución 
porque se burló del César, claramente, en el episodio de la 
inscripción del emperador en una moneda. Eso había que 
devolvérselo al César; a Dios lo que es de Dios. Con esto 
desacralizó el poder “divino” del emperador. 

Fue todo esto lo que lo llevó a que lo crucificaran. Lo acusaron por 
blasfemo -se decía hijo de Dios- pero 

lo mataron como un subversivo 

del orden establecido. Un dato muy importante es que fueron 
fundamentalmente las mujeres discípulas -junto con María, su 
madre- las que lo acompañaron hasta la cruz. 

Es también muy 

significativo que fue un soldado romano, incrédulo, quien al contemplar 
a Jesús crucificado exclamó: “Ese hombre era verdaderamente el Hijo de