29

sacrificio, y 

no son necesariamente llamativos. Por eso es importante 

preparar el terreno para la vivencia de los valores, partiendo de unas 
características fundamentales en todo ser humano, que sirvan 
como ancla donde puedan comprenderse y enraizarse.

Por ejemplo, el valor de la dignidad -que expondremos más 
adelante- se puede captar desde el 

dinamismo del enamoramiento

Sólo quien ha amado y se ha sentido amado, es capaz de 
trabajar por la justicia que genera dignidad. De lo contrario 
puede haber en las actitudes mucha revancha y compensación. 
La solidaridad puede despertarse de manera particularizada 
desde las capacidades personales de transformar situaciones. 
También allí se puede encontrar la felicidad que gratifica 
profundamente y permanece.

La búsqueda de la felicidad, por ejemplo, es una realidad a la que 
todos tendemos, pero no todos llegan a lo que sus corazones 
añoran. Pues bien, lo importante en esta búsqueda es 

aprender, 

por comparaciones, a buscar la felicidad, pero aquella que dura más; 
la que es más gratificante a largo plazo. No la efímera, que se 
desvanece. Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de 
Jesús, comprendió todo esto cuando en su cama, con la pierna 
rota, comenzó a tomar cuenta de sus pensamientos. Algunos 
de los cuales le provocaban mucho placer, pero pronto se 
esfumaban; contraponiéndolos a otros, cuyo efecto era una 
alegría e iluminación muy profunda. Este es un criterio de 
felicidad verdadera.

Recordemos que 

la felicidad puede confundirse con muchas cosas 

que aparentemente tienen algo que ver con ella, pero no son en 
definitiva felicidad. No todos ponemos la felicidad en lo mismo.