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Espiritualidad civil
Sin embargo, la gran preparación que se puede ofrecer para
adquirir esta espiritualidad civil está en que
se trabaje la parte vulnerada
de la persona. Las heridas, sobre todo las que fueron infringidas
en la niñez, generan una serie de reacciones desproporcionadas,
de compulsiones, de culpabilidades malsanas, de baja estima,
que además
provocan falsas imágenes de Dios, de ese dios con
minúscula que está hecho, según la concepción de Feuerbach,
a imagen y semejanza de nuestros miedos y falencias: “Dios es
el eco de nuestro grito de dolor”. Pero este trabajo de limpiar la
parte golpeada, debe hacerse en un proceso en el que se drene
todo aquello que produjo estas heridas y se extraiga el dolor,
el sufrimiento, la cólera y el enojo
14
.
Si esto no se realiza de una
manera técnica, casi por inercia, ese dolor y esa rabia se enconan,
produciendo
personas que van a herir precisamente donde fueron heridas.
Se crea un mundo de insatisfacción personal, de provocación,
de revanchas, de codicia, de abusos y de malestar en su entorno.
Pero por otra parte, y esto es sumamente importante, hay que
aprender a vivir desde lo más hondo de las energías y cualidades que cada
quien tiene. Energías que son como el agua, que sacia la sed,
que limpia y alimenta. Agua que nos hermana con la creación.
Para ello, también debe realizarse en la mayoría de los casos,
talleres que ayuden a vivir desde la parte más lúcida y desde todo lo que
lo alimenta, que son las cualidades más fuertes, cuyo conjunto
descubre un manantial interior para vivir lúcidamente. Es en ese
manantial donde se encuentra lo que da identidad profunda, el
ADN sicológico personal. Esa identidad puede irse ampliando,
reconociendo que la persona es parte de la humanidad entera
14 Estos talleres, tanto para drenar la parte negativa, como para vivir desde la
positividad del “manantial”, están fundamentados en el libro de mi autoría:
Cabarrús Pellecer, C. R. (1998). Crecer bebiendo del propio pozo. 12 ed. Bilbao:
Desclée de Brower.