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Espiritualidad civil
un mundo mejor. Mandela, en una de sus famosas frases (núm.
64), decía: “Nunca, nunca y nunca otra vez, debería ocurrir que
esta tierra hermosa experimente la opresión de una persona por
otra”. Este deseo suyo se había fraguado y madurado a través de
grandes sufrimientos, rechazos, exclusiones, cárcel, sacrificios
y contradicciones. Pero su deseo era poderoso y obtuvo
renombrados logros. Por esta razón, un personaje modelo de
este rasgo es ciertamente Nelson Mandela.
Es importante hacer notar que muchas personas, con esta
espiritualidad, manifiestan de manera más o menos velada
el no tener fe. El problema más radical para creer, es cómo
compaginar a un Dios “bueno” con el mal del mundo, explicitado
en el dilema de Epicuro y retomado por muchos filósofos
12
.
El mal que provoca la injusticia es explicable desde nuestras
estructuras, la codicia, el deseo de poder. Pero la muerte de
niños, la muerte de una madre que deja en orfandad a sus hijos,
las mismas enfermedades que cortan en edad temprana una vida,
son cosas cuya comprensión aun desde una fe, es sumamente
difícil y complicada. Ya Albert Camus, en
La peste, escribía:
“estoy dispuesto a negarme hasta la muerte a amar esta creación
donde los niños son torturados” (Camus,
La peste, 1979, pág.
151). En ese sentido lo único viable para esas personas se puede
concretar en la famosa frase de Horacio, en la oda a Leuconoe:
“
Carpe diem, quam minimum credula postero” (aprisiona el día, no
te prometas el minuto que sigue). O contentarse simplemente
por cosas sencillas pero cargadas de experiencias y recuerdos,
como Camus que en su obra
El extranjero recalcaba que “había
yo encontrado las más pobres y las más firmes de mis alegrías:
12 La aporía planteada por Epicuro, frente al problema del mal en el mundo, se
resume en palabras sencillas afirmando que si Dios fuera bueno, no tendría poder. Y
si es todopoderoso, entonces no es bueno.