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Espiritualidad civil

estructura social y económica, el irrespeto al ambiente, la carrera 
armamentista, y el consumismo exacerbado de unos pocos, 
mientras otros se consumen por pretender todos esos lujos 
del mundo, son la causa de tantos desastres. Los dos grandes 
venenos de este sistema imperante, citando a Keynes, son: en 
primer lugar, ser absolutamente incapaz de crear empleo digno 
para toda la gente, y en segundo lugar, incapaz de crear igualdad 
entre los humanos (citado por González Faus, 2013, pág. 64).

II. Punto de partida: la inequidad y la

fragmentación social

En una sociedad tan fragmentada como la que tenemos en 
muchas partes del mundo, hay que buscar puntos de unidad 
y de convergencia para orientar una transformación hacia una 
sociedad inclusiva, un lugar bueno para vivir. En el orden actual 
vigente, el modelo económico que tenemos genera condiciones 
de subalternidad y configura una sociedad dual, entre los incluidos 
y los excluidos, que son las grandes mayorías. Es esa exclusión la 
que provoca la perpetuación y aumento de la pobreza, no sólo 
en términos de ingresos, sino de una pobreza estructural que 
impide a las personas lograr una vida digna. Vida digna sería 
todo aquello que permite la reproducción material subjetiva y 
espiritual, pertinente. Esto supone que se respete y se cuide la 
seguridad, que se garantice la equidad social y económica, que se 
promueva y reconstruya un ambiente sano y sustentable. Que se 
cuente además con un Estado de derecho robusto, subsidiario y 
redistributivo, con capacidad de mediación, arbitraje y sanción. 
Que todo ello provoque una cultura de paz y de armonía. Para 
lograr todo esto, es necesario actuar con sinergias y evitar la 
fragmentación social, que históricamente ha roto los tejidos