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El ejemplo de los diez leprosos -las personas más rechazadas en 
la sociedades antiguas- que Jesús sana, es también significativa. 
Solo uno vuelve a agradecerle a Jesús, y éste no era judío… era 
un hombre de buen corazón (cfr. Lc 17, 11-19).

Quizás la máxima elevación que hace Jesús de la gente que no 
se han encontrado con Dios, que ni saben quién es él; es en la 
escena del juicio, al final de la vida, donde los que no conocen 
a Jesús, ni lo de Dios, ni ninguna práctica religiosa, son los 
que precisamente se han portado “buena gente” con quienes 
padecían hambre, enfermedad, desnudez y cárcel, por eso 
reciben la bendición. Es decir, para Jesús los que no creen pero 
hacen obras de justicia y misericordia son de buen corazón, y 
esos son los “benditos” (cfr. Mt 25, 31 ss.).

La constitución de amalgamas de esa gente de buena voluntad entre ellos 
mismos, y con personas de buena voluntad de las diversas confesiones 
religiosas, puede dar un aporte significativo a la transformación de un 
mundo que está cada vez peor. 
Los asesinatos, las masacres, las 
guerras, el irrespeto a la vida, la trata de mujeres, el mundo de 
las drogas, el mundo de lo ilícito, el hambre y la desnutrición 
crónica en aumento en multitudes de seres humanos es cada 
vez más numerosa. Las migraciones por personas en busca de 
mejores condiciones de vida generan penurias y malos tratos en 
quienes migran; mientras se destroza la unidad familiar. La falta 
de educación de inmensas masas de niños es un insulto.

Sobre todo lo que más impacta es la comparación con un 
pequeño sector super desarrollado, con todas las capacitaciones 
deslumbrantes, con todos los medios inimaginables frente 
a esas masas famélicas y desprovistas de todo. Realmente la