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otro modo y en ese sentido daba la clave para liberarnos, fueron
tremendamente contradictorias de todo lo que podría haber
sido signo de una manifestación divina a ultranza. No era el lujo
de un palacio y la fuerza de un hombre, sino la debilidad de un
niño en una pesebrera, rodeado de animales y malos olores, que
estaba envuelto en pañales. A estos pastores que se acercan a
ese niño desprotegido, se les augura el
shalom; “paz en la Tierra”.
Paz, que en las lenguas semíticas implica variedad de cosas:
plenitud, alegría, tranquilidad, llegada. Se estaba comenzando a
anunciar una nueva manera de lograr otro mundo diferente; y la
certeza de que era posible hacerlo. Una sociedad para que todas
las personas pudiesen vivir con dignidad en justicia, en equidad,
en respeto, en solidaridad. Eso es lo que me gusta denominar
como “eutopía”
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, es decir un lugar bueno y digno para vivir. La
tierra prometida que mana leche y miel (Ex 3,6).
Ciertamente no se ha explorado la profundidad y riqueza que
entrañan esas “personas de buena voluntad”, a quienes se anuncia
la posibilidad de un lugar bueno para que cada gente y cada grupo
pueda vivir en justicia, equidad y equilibrio con la naturaleza. En
el mensaje de Jesús tenemos muchos ejemplos de esta gente de
buena voluntad, que tuvieron mucha importancia para Él.
Por ejemplo, es justamente una mujer desconocida, una
samaritana no judía -con quien no se podía hablar en la
mentalidad religiosa , por ser mujer y además por ser de dudoso
comportamiento moral- la que le pregunta a Jesús en qué templo
y en qué monte habría de adorarse a Dios. Jesús taxativamente
le responde que ni en un monte ni en el otro, sino en “espíritu
8 “Eutopía” es un constructo mío que proviene de dos palabras griegas “eu” que
significa bueno y “topía” que es lugar. Lo cual significaría un lugar bueno para vivir.
“Utopía”, por su parte, es algo que no ha tenido lugar, el lugar que “no es”.