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Espiritualidad civil

ha sido inspirada por Dios, pero ha sido despojado por el 
intelecto, deshabilitada, distorsionada y todo menos destruida” 
(Rodefast, 1985, pág. 44). 

La espiritualidad civil

Se está desperdiciando un inmenso caudal de soluciones, visiones 
y oportunidades, y sobre todo que la dispersión conlleva, pérdida 
de sinergias. Esto es una merma real para las mismas personas 
pero también para la sociedad en general y para la Tierra. 

Es precisamente para estas personas que dedico estas páginas. 
Es justamente para ellas que he querido ofrecer algo que ya 
lo traen, que ya lo tienen quizás en semilla, pero que sin duda 
no se sabía nombrarlo y mucho menos, se le había dado una 
dignidad y un papel en la sociedad. Esto es lo que denomino 
“espiritualidad civil”. Apta para personas de “buena voluntad”

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.

Son estas personas “sin religión”, que el evangelio llama 
“de buena voluntad”, quienes, recibieron en primer lugar el 
anuncio de la encarnación de Dios, con unas características 
que nada tenía que ver con religión establecida, con poder, 
con renombre. Las señales para que unos “pastores de buena 
voluntad” encontraran a Jesús, quien traía la manera de vivir de 

7 Es importante tomar en cuenta que en la actualidad, a diferencia de varias décadas 

anteriores, debido a los influjos secularistas que ahogaron muchas expresiones 

espirituales, se ha puesto de moda lo “espiritual”, con nuevos significados. Aquí la 

palabra espiritual lleva a experiencias centradas en una expansión del propio ego. 

La palabra espiritual tiene tantos significados que casi no indican nada sustancioso. 

Importar indiscriminadamente rasgos orientales es algo muy común. Se intenta 

relacionar “mente, cuerpo, espíritu”, lo cual es una buena fuente de más integración 

y armonización de la propia persona, pero desde experiencias desligadas de una 

vivencia profunda y sobre todo de un compromiso real con el dolor del mundo 

(cfr. Cabarrús Pellecer, 

Cuaderno de Bitácora para acompañar caminantes. Ed. Desclée, 4

a

 

edición, mayo 2004. Bilbao, pág. 34)