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voluntad”, honestas, entregadas, que sí tienen un especial modo
de vivir, donde el sentido, el servicio y la honestidad se hacen
evidentes y actuantes.
A estas personas dedico esta presentación y les
hago una propuesta.
Porque el hecho de que mucha gente se haya apartado de las
religiones institucionales o nunca se haya apuntado a nada
explícitamente religioso, o estén inmersas en religiosidades de
alguna manera no funcionales para un cambio, no implica de
ninguna manera que sean ruines, nocivas o faltas de ética. La
mayoría de las veces es justamente lo contrario. Lastimosamente
no es raro encontrar gente que no se imagina que quienes no
creen, pueden ser personas honestas y portadoras de valores.
No se termina de captar que la ética es autónoma y no necesita
de una religión para fundamentarse.
Felizmente lo que sí se puede constatar, es la inmensa cantidad
de mujeres y hombres que tienen un comportamiento humano
cargado de valores y un compromiso fuerte por la transformación
del orden de este mundo. Tienen un sentido en la vida, y la viven
con ilusión y positividad.
Esas personas pueden sentirse aisladas, sin un grupo, sin
un colectivo que las una; que les dé fuerza y potencie en sus
opciones vitales de honestidad y compromiso. Más aún, se
escucha frecuentemente la necesidad sentida de una estructura
que nutra su modo naturalmente digno, frente a la vida.
Las estructuras institucionales eclesiales no representan una
opción para nutrir sus compromisos con la vida. Como reza
uno de los libros más apetecidos entre esas personas sin
afiliación religiosa institucional: “Cada Religión en sus raíces