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entrega y compromisos de larga duración, no son fácilmente 
vendibles con la juventud actual. Pero también, no hay que 
olvidar, la falta de testimonio que muchos religiosos damos 
a esa misma juventud. Pueden comprometerse en una ONG, 
por un periodo corto, pero no para una vida entera. Sucede 
algo semejante con el planteamiento de la creación de una 
familia y con hijos.

En los casos en que sí hay congregaciones religiosas que tienen 
abundantes vocaciones, estas suelen ser, la mayoría de las veces, 
de corte tradicional e integrista. El hecho de vestir un hábito 
da estatus y con mucha facilidad los candidatos y candidatas 
se revisten de elementos externos, que en su apariencia y en su 
modo, denotan búsqueda de identidad, pero también comodidad 
y ejercicio de poder. 

Su predicación y prácticas confinan a los creyentes 

a un mundo fundamentalmente subjetivo y alejado del compromiso con las 
grandes crisis mundiales.
 Crisis que más pronto que tarde, harán de 
la Tierra un lugar no apto para sobrevivir.

Toda esta realidad lacerante, sin embargo en la Iglesia católica y 
en las iglesias históricas en general, no es ni lo único, ni quizás 
lo mayoritario para decir verdad. Hay un sinnúmero de pastores, 
sacerdotes, religiosas y religiosos que sí son fieles a su llamado de 
servicio, de consagración, sobre todo a la gente más marginada, 
en los barrios más desamparados, en los hospitales más pobres, 
en las localidades más recónditas. Es lamentable que lo que más 
se publicita escandalosamente son esos focos que deshonran 
a la institución eclesiástica, pero que ciertamente no toman en 
cuenta de manera justa, la probidad y actuación de quienes son 
en realidad, seguidores de Jesús y sus enseñanzas. Como les 
decía el papa Francisco a los periodistas: