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Además, contribuye a este clima de desconcierto, el escepticismo
hacia lo religioso, que proviene del desarrollo de las ciencias.
Sus planteamientos, que ponen en tela de juicio muchas ideas
sobre la interpretación antigua de fenómenos naturales y de
los procesos de la vida y de la historia; cuestionan la misma
posibilidad de Dios. En esta cultura aparentemente ya no
tiene cabida la religión. Como si la ciencia y lo de Dios fueran
radicalmente irreconciliables.
En Europa hay personas que llegan a exigir ser “desapuntadas”
de las iglesias tradicionales. No encuentran vitalidad en las
religiones. Lo que representan las iglesias muchas veces está
ligado principalmente a represión, culpabilidad, pecado y
sacrificio, y no felicidad, libertad y vida.
“No son pocos los que están abandonando hoy la fe porque,
en el fondo, nunca han experimentado que Dios podría ser
para ellos fuente de vida y de alegría. Al contrario, siempre han
sentido la religión como un estorbo para vivir” (Pagola, 2012,
pág. 7)
4
.
No se puede negar el hecho de que el comportamiento, en
concreto de la Iglesia católica en sus altas y bajas jerarquías ha
estado salpicado -muchas veces embarrado- de un conjunto de
corrupciones de toda índole, que desdice de lo que pretende
predicar. Todo esto es un caldo de cultivo para que los fieles se
sientan frustrados, decepcionados, escandalizados y hastiados
de una iglesia simplemente administradora de sacramentos
que no tienen nada que ver con los procesos vitales de los
individuos y los grupos humanos. Una iglesia institucional
4 Este tema lo desarrolla ampliamente Pagola en
Es bueno creer en Jesús.