3

todo personas de escasa educación, de encontrar identidad y 
liberarse de la anomia en ciudades grandes. Además se está 
manifestando con mucha claridad, el hambre de experiencias 
más conmovedoras a nivel religioso, que se satisfacen con rituales 
improvisados, con utilización de provocaciones sicológicas que 
hace que emerja lo subjetivo -muy golpeado y expresado pocas 
veces-. Sumado a esto está el pluralismo de ocurrencias, unas 
antiguas y otras novedosas, de amplio espectro sobre cómo 
relacionarse con Dios. Sin dejar de lado todas las tendencias 
new age, que no quieren pertenecer a ninguna religión y fundan 
movimientos llamados “espirituales”.

Lo curioso en Latinoamérica y en EE. UU., es que a diferencia 
de antaño, a las sectas solo se acercaban personas de condición 
económica baja. Ahora, en cambio, se ven familias enteras, 
de posición acomodada, asistir a estos grandes templos. Con 
megaeventos televisados, particularmente en EE. UU. y Brasil, 
se vive ya de una cultura religiosa mediática. El pago del diezmo 
-que en muchos de los lujosos templos se efectúa de manera 
electrónica y desde las mismas butacas- es un factor estricto, y la 
predicación suele tener como quicio, la pseudoteología de que 
la riqueza es una de las señales distintivas más preciadas de la 
bendición de Dios. Muchas veces estos cultos son acompañados 
de fenómenos de milagros y curaciones que siempre suceden de 
manera espectacular. Fortuna y sanación 

express. La “teología” 

que predican y fomentan, es una deformación -cuando menos- 
del mensaje de Jesús que se expresa en el evangelio.

Claramente las iglesias históricas han perdido muchos fieles, 
por una parte, a causa de la cultura materialista, y por otra, por 
influencia de la cultura hedonista, entorpecida con imágenes y