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a la causa del reinado (que es la acogida de Dios, que en Jesús se
acerca como padre de todos y nos hace a todos sus hijos y, por tanto,
hermanos entre nosotros) como único camino hacia el reino.
En este sacramento la fe en Jesús se ejercita como fe en los demás
desde el espíritu de Jesús. Si uno quiere salirse con la suya o solo
busca lo que le interesa, no hace presente a Jesús en las relaciones con
los hermanos.
El tercer sacramento es la presencia real de Jesús como maestro,
cuando los discípulos abiertos a los pobres y convocados como
condiscípulos fraternos, escuchan la palabra, sobre todo, los
evangelios, como discípulos, más aún, como condiscípulos, es decir,
no tratando de que los evangelios convaliden sus propias tesis y
opciones vitales, sino abriéndose a lo que nos quiera decir el maestro
en ellos, para dirigir por ellos la vida. Es lo que hemos tratado de hacer
a lo largo de esta presentación, que, por eso, está abierta a lo que se
nos pueda argüir que es cosecha propia y no escucha obediente a la
palabra que es el señor Jesús.
Este sacramento es el tesoro escondido de muchas comunidades
cristianas populares, en nuestra América, en las que nunca falta
gente no popular solidaria con ellos, y también de las comunidades
cristianas de solidarios.
Ahora bien, la perspectiva discipular exige un método: como los
evangelios son de otra época y de otra cultura, es preciso gastar no
poco tiempo en trasladarse a ellos para ver qué quieren decir. No
se puede comenzar por qué me dicen a mí, qué me ha llamado la
atención. Con este método uno se dice a sí mismo lo que quiere oír
con el espejo de la lectura. Hay que hacer el esfuerzo, en el que insiste
Ignacio en sus
Ejercicios espirituales, de hacerse presente a la escena y