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intachables, les previene a sus discípulos que anden con cuidado
con su levadura, es decir, con su ideología. Ellos comentan entre
sí que es una indirecta porque se han olvidado de traer panes.
Jesús se queda descorazonado por ese despiste tan absoluto. Él
les previene en contra de la mentalidad de los fariseos pues veía
que para ellos seguía teniendo prestigio, ya que cuando denuncia
que la ley de pureza no es expresión de la voluntad de Dios
sino que la sustituye, apartando a la gente de cumplirla, ellos
le observan en privado que los fariseos se han escandalizado
porque no se atreven a decir que también ellos lo están. Pero
ellos están tan alejados de las preocupaciones de su maestro,
que creen que lo que le preocupa es el pan y eso después de que
los multiplicó por dos veces. Por eso les recrimina: “¿Es que
no acaban de comprender? ¿Tienen la mente embotada? (…)
¿Todavía no entienden?” (Mc. 8, 17.21).
Y es cierto que no entienden. Por eso, la reconvención de Pedro a
Jesús cuando, después de haberlo confesado Mesías, les anuncia
que va a caer en manos de las autoridades. Por eso apartaban a
las mamás que llevaban a sus hijos para que Jesús los bendijera:
les parecía que andar bendiciendo a unos niños era impropio
de la apostura firme y hasta con un deje de fiereza, que debe
mostrar el ungido por el espíritu para liberar a la nación de los
ocupantes romanos. Por eso se la pasan discutiendo entre ellos
quién es el mayor y, por eso mismo, los hijos de Zebedeo le piden
los primeros puestos cuando asuma el reino y el mando. Por eso
están dispuestos a pasar trabajos con tal de llegar a esos puestos
encumbrados. Por eso se quedan completamente desorientados
cuando les dice que es muy difícil que se salven los ricos. Por
eso cuando regresan de la misión, de lo que están satisfechos,
es de que los demonios los obedecen, es decir, de que tenían
esa fuerza, pero muestran su extrañeza de que los entendidos