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14. El experto en tortura confiesa a Jesús por el modo como 

la ha vivido, una experiencia límite, absolutamente 

paradójica (Mc. 15, 39)

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El centurión, que ha visto morir a muchos crucificados, digamos, 
que es experto en cómo los seres humanos viven esa tortura 
o, más precisamente, en cómo la tortura no solo mata, sino 
deshumaniza a los torturados; al comandar el ajusticiamiento 
de Jesús, es capaz de pasar de la rutina inicial a la curiosidad. 
El punto de partida se supone que es la rutina ya que, si una 
persona no es sádica y, más, si tiene alguna sensibilidad humana, 
solo puede comandar una acción tan bárbara como esta 
poniéndose entre paréntesis, actuando de un modo meramente 
profesional, con la mayor frialdad posible, asegurándose de que 
todo trascurra por los cauces normales y que termine pronto.
 
Pasa de la rutina a la curiosidad, porque empieza a notar que 
el guión no sigue los pasos consabidos. En efecto, lo que la 
experiencia le ha enseñado al centurión, es que la tortura de la 
cruz se vive de tres formas o de la combinación de algunas de 
ellas: el terror que trasmiten los torturadores, puede reducir al 
torturado a un ser poseído por el terror, de manera que todo lo 
demás se vuelve en él residual. La brutalidad infringida puede 
ser respondida por el torturado con rabia y así, la rabia puede 
poseer al torturado de manera que viva la tortura maldiciendo 
a sus torturadores, prometiéndoles la venganza o el castigo de 
Dios, o puede rebelarse también contra Dios y maldecirlo, así 
como maldice a sus torturadores. O la agresión puede aniquilarlo 
de tal modo que él mismo se eche a morir, inhibiendo cualquier 
reacción y esperando y deseando que llegue la muerte. Esto es 

14 Navarro, oc, 560-563; Gnilka, oc, 380-383; Taylor, oc, 723-724.