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Dios les da para custodiar la libertad adquirida. Como ellos no
pueden responderle con argumentos, responden sancionándolo,
excluyéndolo de la comunidad, por proclamarse discípulo de
Jesús.
Entonces Jesús lo encuentra y le pregunta si cree en el Hijo del
Hombre. Él le responde que cree en el que él le diga que crea,
porque en definitiva cree en él. Jesús le dice que el Hijo del
Hombre es él y el exciego lo reverencia como tal. ¿Qué quería
decir Hijo del Hombre? Es, tal como aparece en la profecía
de Daniel (Cap. 7), la alternativa de Dios frente a los imperios
que, como han sometido por la fuerza a los pueblos, se han
portado como fieras y no como verdaderos seres humanos. El
Hijo del Hombre es el hombre que venía de Dios para reinar en
su nombre. Su único atributo es su humanidad. La simpatía y
la compasión, la responsabilidad respecto de sus hermanos. El
exciego ha experimentado la fecundidad de su humanidad y por
eso sabe lo que hace cuando lo reconoce, cuando lleno de fe en
él, se entrega, se pone en sus manos.
La pregunta obvia es si me muevo al nivel de la ideología, y
entiendo la fe como profesión de verdades, o al de la experiencia,
y vivo la fe como entrega personal, al que se ha presentado en
mi vida como digno de ella. Si soy un especialista de Dios y de
Jesús, porque sabe todo lo tocante a la religión cristiana, o un
experto, un iniciado en el misterio de sus personas, por haber
aceptado su relación y haber correspondido. ¿En qué dirección
voy? ¿Fe doctrinaria o fe como relación humanizadora?