65
También hay maestros de la ley que se dejan impresionar por
esta capacidad que tiene Jesús de poner vida y se inclinan a
pensar que viene de Dios, que obra por su espíritu. Pero, en
definitiva, se impone el criterio de que no puede venir de Dios
porque, al curar en sábado, no guarda el descanso sabático y, en
definitiva, porque no es de ellos, que son los del partido de Dios.
El ciego creyó en Jesús. Por eso fue a bañarse a la piscina de
Siloé como él lo mandó y recobró la vista. Para él lo que hizo
Jesús con él no fue un acto puntual, sino una relación personal
salvadora, recreadora, que lo comprometía con él.
En la discusión con los dirigentes, ambos se mueven en niveles
distintos: ellos, en el de la legislación establecida desde antiguo,
tenida como la expresión cabal de la voluntad de Dios. Él, en
el de su experiencia salvadora, una experiencia actual de Dios a
través de Jesús, una experiencia, pues, que acredita a Jesús como
enviado último de Dios, del Dios liberador.
El problema para los dirigentes es que la religión del pueblo de
Israel es una religión histórica, basada, no en la sacralización
de las fuerzas de la naturaleza, como eran las religiones de su
entorno, sino en acontecimientos históricos de salvación. Por
eso cuando los dirigentes invocan a Moisés como referente
autorizado, él les rearguye que si en Moisés actuó Dios liberando
¿por qué no lo reconocen en Jesús, que hace lo mismo?
Es que para ellos Moisés, más que el caudillo liberador de la
esclavitud y conductor a través del desierto a la tierra prometida,
es aquel al que le habló Dios, es decir, el legislador, una
legislación absoluta, que manifiesta el señorío absoluto de Dios,
y no, como aparece en el Éxodo y el Deuteronomio, la ley que