63
Al lavarse los ojos, lleno de fe, comienza a ver. Tenía que ser
algo indescriptible comparar la idea que se había hecho de las
cosas con el modo como las veía. Caminaría sin trastabillar
y mirando todo con grandísima atención. Los que lo veían
viendo, se quedaron tan asombrados que discutían si era el
mismo o alguien que se le parecía. él insistía que era el mismo.
Entonces, llenos de genuino interés, le preguntaban cómo había
comenzado a ver. Él les contaba lo que había hecho con él Jesús.
Como obviamente no se trataba de una curación técnica, sino de
un signo, que ellos interpretaban como de Dios, lo llevaron ante
los dirigentes religiosos. Ellos le volvieron a preguntar cómo
había comenzado a ver. Entonces se produjo una discusión
entre ellos porque unos aseguraban que, si hacía eso, es que
era de Dios; pero otros argüían que, si profanaba el sábado,
no podía venir de él. Por eso, le pidieron su parecer al ciego.
Él contestó resueltamente que era profeta. Como no querían
sacar esa conclusión, llamaron a sus padres, que certificaron que
era su hijo y que nació ciego, pero en lo tocante a la curación
les remitieron a él porque tuvieron miedo a comprometerse.
Ellos, metidos en ese callejón sin salida, volvieron a pedir que
les repitiera cómo lo había curado. Él, ya en tono desafiante,
les preguntó si ese interés se debía a que también ellos querían
hacerse sus discípulos. Ellos arguyeron que eran discípulos de
Moisés porque a él constaba que le había hablado Dios, en
cambio Jesús no se sabía de dónde venía. Él les echa en cara su
incapacidad de discernir, porque, si hace bien, como le consta
a él personalmente, no puede venir sino de Dios. Ellos, que
no pueden oponer ninguna razón al argumento del ciego, lo
descalifican por su ceguera nativa. Pero, aun en su lógica, falla el
argumento, porque si era pecador por no ver y ahora ve, es que
Dios ha intervenido en su vida. Por eso, al verse vencidos, lo