56
Jesús no tenía dónde reclinar la cabeza: lo siguió para vivir ya en
camino. Él, que al quedarse ciego había tenido que vivir varado
a la orilla de la vida, al recobrar la vista no busca establecerse
por su cuenta, no busca una querencia, sino que se resuelve a
vivir, sin tener un lugar como referencia, porque en adelante,
su referencia sería una persona viva y en camino. No necesita
una querencia, porque se ha entregado a quien se entregó a él,
iluminando su vida. Caminando vive estable, porque nunca se
separará del camino, del camino que es Jesús.
La respuesta del ciego a la fe de Jesús en él, es la máxima
expresión de la fe: vivir colgado de la palabra del maestro, vivir
en su seguimiento. Por eso, Jesús, al ponerlo en marcha, le había
dicho: “tu fe te ha salvado”. No solo lo sanó, le devolvió la vista,
sino que dio sentido y dirección, plenificó, su vida.
12. Los pobres entran en Jerusalén en una imponente
manifestación de fe. Los representantes del templo y
la Torá no reciben a Jesús porque no es del aparato
(Mc. 11, 1-11; Mt. 21, 10-11; Lc. 19, 41-44)
12
Jesús va entrando en Jerusalén, escoltado por muchos miles
de peregrinos galileos, que vienen a prepararse para celebrar la
Pascua. Lo han avistado cuando se acercaba a la ciudad, han
percibido que quería entrar en ella en forma, digamos, oficial
y pública, como el enviado que es de Dios a su pueblo, y, por
eso, lo acuerpan en son de reconocimiento y homenaje. Es
una verdadera entrada triunfal; no, ciertamente como las que
12 Grilli-Langner,
Comentario al evangelio de Mateo. EVD, Estella, 2011,527-532;
Navarro, oc, 394-399; Gnilka, oc, 131-142; Taylor, oc, 540-548; Fitzmyer, oc, IV,91-
108; Bovon, oc, IV, 33-64; Bonnard, oc, 450-453.