40
ejemplo, en esa misma ocasión, se van a otra aldea donde sí los
reciben. También en la parábola del buen samaritano, lo pone
Jesús entrando con toda naturalidad a una posada del camino y
siendo recibido como uno más en ella; aunque en este caso se
trata de un samaritano rico y podíamos decir que “el dinero abre
todas las puertas”.
Jesús iba de Judea a Galilea, no por el Jordán sino por el
oeste, pasando por Samaria. Habían caminado mucho y estaba
cansado, así que se sentó al lado del pozo de Jacob, mientras sus
discípulos iban por comida a la ciudad.
En esto llegó una mujer. Si esta mujer sacaba el agua a esta hora,
era porque no quería encontrarse con nadie. La razón era su
situación ilegal, más aún, desastrada: había vivido con cinco
hombres y ahora vivía con otro, que tampoco era su marido.
Las mujeres sentirían un profundo desprecio hacia ella. Y ella se
sentiría muy mal. Sin embargo, igual que acudía al pozo a la hora
de la siesta, también seguía probando a ver si algún día alguien
calmaba su sed de amar. No se había resignado a la soledad, a
la infelicidad.
Para la mujer era un contratiempo encontrarse con alguien y no
tenía intención de entablar conversación. Esta la inicia Jesús con
una petición muy objetiva: le pide agua. La mujer, acostumbrada
a tantos desaires, se extraña de que un varón judío en la plenitud
de la edad, se exponga a su lógico rechazo. Y se lo echa en
cara como un reproche, teñido de un punto de extrañeza y de
curiosidad. ¿Por qué me pides de beber, si sabes que te voy a
decir que no?