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8. De la fe en Jesús, a convertirse en una persona fehaciente
(Jn. 4, 5-42)
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Camino a Galilea, Jesús, cansado del camino, se sienta al mediodía
junto al pozo de un pueblo de Samaria. Viene una mujer a sacar
agua y Jesús le pide de beber. La mujer pasa de la extrañeza y la
curiosidad de que ese judío le pida, exponiéndose al rechazo, al
interés por el modo como él se relaciona y por lo que ofrece;
de ahí es llevada a la petición de su don; seguidamente arriba al
respeto por su figura; y, finalmente, a la entrega a su persona y al
testimonio fehaciente; y sus paisanos pasan de creer a esa mujer
transfigurada, a conocer a Jesús.
También este encuentro es con una mujer no israelita,
adoradora de Yahvéh, como los judíos, pero con un culto no
legal, enemistados con ellos desde la separación del reino del
norte, a la muerte de Salomón, que conllevó no adorar en
Jerusalén, sino en el monte Garizín, y mucho más, cuando
toda la gente importante fue deportada por los asirios y en su
lugar trajeron a otros, obviamente no de las doce tribus. Para
los judíos los samaritanos eran cismáticos y, en esa época en
que tanta importancia tenía la ley de la pureza, impuros por
haberse mezclado con paganos. Había entre ambos una gran
hostilidad. Una muestra de ella en la vida de Jesús, es que en
otra ocasión, yendo hacia Jerusalén y buscando alojamiento
en una aldea samaritana, no los quieren recibir porque iban a
Jerusalén; se entiende que de peregrinación al templo (Lc. 9, 51-
56). Sin embargo, los lazos no estaban cortados del todo. Por
8 Léon-Dufour,
Lectura del evangelio de Juan I, Sígueme, Salamanca 1997, 273-301;
Mateos-Barreto,
El evangelio de Juan. Cristiandad, Madrid 1979, 222-242, 247-248;
Brown,
El evangelio según san Juan. Cristiandad, Madrid 1979, 368-386, 390-391; Barret,
El evangelio según san Juan. Cristiandad, Madrid 2003, 343-367; Tilborg, Comentario al
evangelio de Juan. EVD, Estella 2005, 77-96; Pellegrini, oc, 415-418.