25

puede conocer a Dios y a su enviado y confiar en ellos más que 
los miembros de su pueblo. Es bonito que eso no le escandaliza, 
ni le extraña, sino que le admira: se abre a ello positivamente, 
con simpatía, le parece muy bien haber encontrado en él esa fe.

Este encuentro es a la distancia, no solo porque no se encuentran 
físicamente, sino por la distancia social, política, religiosa y 
económica, que había entre ambos, una distancia que parecía 
imposible de mediar. Parecería que dos personas así nunca se 
encontrarían. La mediación es el criado enfermo; aunque más 
profundamente, es la misericordia del centurión y la de Jesús. 
Pero también es su apertura mental, su simpatía hacia ese pueblo 
ocupado, su atención hacia lo que pasaba en él, que lo llevó a 
tener ese conocimiento interno tan profundo de Jesús, esa fe 
verdadera en él.

El encuentro se dio a través de sus palabras, tan concretas, en 
las que, a partir de su propia experiencia como centurión, le 
da a conocer a Jesús el concepto que tiene de él, de su poder 
absoluto. Jesús se admira de que esa persona, al parecer tan 
profana, esté tan al tanto de su persona y de su misión. Es un 
encuentro en profundidad que llena a Jesús de alegría.

En esta escena, queremos destacar dos temas: el de la misericordia 
y el de la fe. El tema de fondo sería la relación entre ambos, su 
mutua imbricación.

Ante todo, habría que reconocer que, el impulso primigenio que 
pone todo en movimiento no es la fe sino la misericordia. Sin 
misericordia no hay fe, porque no hay salida de sí, ni acudir al 
que puede poner remedio. Si la fe no es creer en verdades que