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4. La fe como relación mutua: la mujer toca el manto de 

Jesús y Jesús la presenta en sociedad como bendecida 

por Dios (Mc. 5, 25-34)

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El que comentamos, está contado como un milagro dentro de 
otro. Jairo ha pedido a Jesús que vaya a su casa, porque su hija se 
está muriendo y, mientras van de camino, sucede la escena. Una 
mujer padecía flujos de sangre. Esa enfermedad la hacía impura, 
con lo que se veía como dejada de la mano de Dios y además, 
separada de sus vecinos en esos momentos tan significativos 
del culto. La enfermedad lleva a retraerse, dificulta casarse y, 
por si fuera poco, la mujer, que había buscado afanosamente 
curarse, había gastado todo lo que tenía en médicos que le 
habían hecho sufrir mucho y la habían dejado peor. La pobre 
mujer se encontraba como muerta en vida: doliente, triste y 
sola. Estando así, oyó hablar de Jesús y concibió esperanza. La 
esperanza creció al verlo repetidas veces. Cuando sintió que 
Dios lo había enviado para que la curara, surgió la dificultad de 
cómo abordarlo porque siempre lo veía pasar rápido y rodeado 
de mucha gente, y, en esas condiciones, ¿cómo contarle su 
problema? 

Estando en este impasse, vio a Jesús pasar con Jairo y muchísima 
gente. Sin pensarlo más, se abrió paso entre la gente diciéndose 
que, aunque tocara solo la orla del manto, se sanaría. En efecto, 
cuando lo tocó sintió que la fuente de la hemorragia se había 
secado. Cerró los ojos y, de tanta alegría, sintió que estaba en 
el cielo. Pero enseguida la sacó de su éxtasis la voz de Jesús 
que se había parado y preguntaba quién lo había tocado. Pedro, 

4 Bonnard, oc, 248-249; Navarro, oc, 186-196; Gnilka, oc, 247-251; Taylor, oc, 332-

338; Calduch-Benages, 

El perfume del evangelio. EVD, Estella, 2008, 15-33; Estévez, El 

poder de una mujer creyente. EVD, Estella, 2003; Pagola, oc, 103-110.