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El recuerdo de José María López Valdizón, autor del libro de 
cuentos 

La vida rota, que recibió en el año de 1960 el premio 

“Casa de las Américas” en La Habana. 

Evoco sus gestos de predicador, de humilde maestro rural, al 
pasearse por el estrecho espacio de mi cuarto en el Hotel Pa-
namericano de la Sexta Avenida, una tarde en marzo de 1967, 
hablando entre otras cosas de sus días de exilio en México. Mí-
nima su figura, los zapatos empolvados, dando majestad a su 
atuendo con una larga corbata que le colgaba debajo de la he-
billa de la faja, pasando de un tema de conversación a otro sin 
transición, pero a eso también me había habituado, a las largas, 
desconcertadas y desconcertantes pláticas centroamericanas en 
los cuartos de hotel, en las cafeterías, en los corredores uni-
versitarios, donde a distintas voces se hablaba de todo a la vez. 
Y fuera del tema eterno del exilio, con el registro monocorde 
de chapín de Baja Verapaz en su voz, me hablaba de su vida 
de bracero, buhonero, artesano metido a profesor de escuela 
primaria. Nunca volví a saber por dónde andaba, su dirección 
perdida en algún viejo fólder, hasta aquel día de 1975 cuando 
leí que lo habían secuestrado en media calle. Una noticia de 
segunda página. Desaparecido. Y luego el silencio y el olvido. 

Y evoco también a Roque Dalton, el poeta salvadoreño eje-
cutado en 1975 por sus propios compañeros de lucha bajo la 
absurda acusación de traición, tiempos en que las disidencias 
ideológicas tenían una carga letal y criminal. Roque, irreverente 
y desenfadado, y dueño de un implacable sentido del humor, y