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Debemos prepararnos, por lo tanto, para ofrecer inteligencia 
como nuestro primer producto en el mercado global. Inteligen-
cia generadora de nuevos parámetros científicos y avances tec-
nológicos: investigadores, descubridores, creadores de sistemas 
cada vez más audaces de comunicación, de nuevas lógicas del 
funcionamiento de las empresas, de la excelencia de los servi-
cios. Y creadores de patrones de convivencia social, y de la vida 
democrática, ajena a los caudillos. Se trata de desmontar desde 
sus cimientos la sociedad patriarcal. 

La integración política de Centroamérica será seguramente 
el último de los pasos en un largo camino todavía por reco-
rrer, pero en una situación de inercia nunca será posible. La 
inercia, se volverá un factor disolvente. La integración se dará 
más pronto, mientras más nos acerquemos a la transformación 
cultural. Entonces se presentará como una necesidad, porque 
el mundo del futuro será, quiero repetirlo, más que de países, 
bloques de países, y de entidades supranacionales que habrán 
encontrado formas durables de identidad, que tendrán que ver 
necesariamente con el dominio compartido del conocimiento 
científico. 

Lo primero, es enterrar el sistema educativo, costoso y a la vez 
obsoleto, y sustituirlo por otro que se convierta en el eje del 
nuevo proyecto de sociedad, democrática y contemporánea de 
la civilización. La política de inversión y de gasto público debe 
sufrir un vuelco profundo que permita disponer de recursos 
verdaderamente cuantiosos para la educación en todos sus ni-