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Pero así como esta nueva filosofía de la vida está creándose en
base a instrumentos de un poder de irradiación nunca visto,
esos mismos instrumentos, y redes de instrumentos, deben ser
usados igualmente para lo contrario, para afirmarnos en nuestra
identidad. La invención del lenguaje electrónico debe represen-
tar para nosotros la oportunidad que hace más de cinco siglos
nos trajo la invención de la imprenta: la circulación masiva de
las ideas que alentaron los movimientos por la independencia
desde comienzos del siglo XIX.
Difícilmente vamos a resolver nuestra necesidad de progreso,
en términos de una filosofía del desarrollo, presumiendo que
la colocación de nuestras materias primas en los mercados in-
ternacionales deba seguir siendo la piedra filosofal de nuestras
oportunidades en el futuro. Y el papel de maquiladores de pie-
zas electrónicas y de textiles, y de productores de remesas a tra-
vés de los ciudadanos que huyen de la falta de oportunidades,
lo que tampoco va a transformar nuestra oportunidad de futuro
en el escenario de la economía global. La emigración es más
bien un drama, una tragedia colectiva de desarraigo y penurias,
un verdadero exilio masivo.
El mundo será, por el contrario, de quienes inventen las pie-
zas electrónicas, desarrollen sistemas de
software, diseñen las
prendas de vestir y los objetos de la vida diaria, y organicen
los sistemas de mercado para distribuirlas. Y de quienes logren
convertir a sus países, o comunidad de países, en paraíso de
oportunidades para su propia gente. Ni “ciudadanos golondri-
na”, ni “capitales golondrina”.