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a saber, y cómo vamos a aplicar el saber, en una pregunta que
ni siquiera hemos sabido plantearnos. El mundo de este nuevo
milenio se divide ya no sólo entre los que tienen y los que no
tienen, sino, sobre todo, entre los que saben y los que no saben.
La globalización no es solo un fenómeno de integración de
mercados, sino de conocimiento, y de uso privilegiado del co-
nocimiento para definir estratos de poder. Como nunca antes,
la inteligencia se está convirtiendo en una mercancía: “tanto
sabes, tanto vales”, aplicado a los individuos, pero sobre todo
a los países. Los grandes sistemas del saber, que producen di-
videndos universales, serán cada vez más la clave del dominio
mismo de los mercados y de su desarrollo.
Si no nos preparamos para aprender, en términos individuales
y sociales; si no nos aplicamos a organizar sociedades de co-
nocimiento, donde la aventura de pensar vaya a la par con la
de imaginar, los abismos de la pobreza, y del atraso, seguirán
ensanchándose ante nuestros propios pies en Centroamérica.
El abismo que ya está allí.
Alguien repetirá, como desde hace tiempos, que es utópico
pensar que la educación, por sí misma, vaya a ser capaz de crear
el desarrollo económico, si el atraso depende de mecanismos
injustos y discriminatorios, que no van a desmontarse en el aula
escolar primaria. Es un error, igual al que se comete al separar el
concepto de cultura del concepto de educación, que son partes
integradas de la misma entidad humanista.