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por mucho que podamos divisar desde nuestro solar los cam-
panarios del país vecino.
Representaciones de diferentes realidades sociales, económicas
y culturales, que corresponde a épocas diversas y distantes, son
parte de esa realidad a la vez sincrónica, y anacrónica: desde
las etnias que sobreviven de la caza y de la pesca como en el
paleolítico, a la agricultura de espeque, como existía en el siglo
XV al momento de la conquista, a las relaciones de trueque
en las áreas rurales, a la renta feudal de la tierra, a la cultura
de las haciendas, que tiene aún naturaleza patriarcal, hasta la
cultura urbana de complejos industriales y centros financieros,
y la inserción de la cibernética en las comunicaciones y en la
vida diaria. La carreta de bueyes adorna el paisaje igual que las
antenas parabólicas.
Los estadios yuxtapuestos de la vida económica y social no han
sido capaces de articularse en un modelo de desarrollo soste-
nido y creciente; pero también se trata de un fenómeno de dis-
persión, y destemporalización cultural, que al extenderse en el
tiempo, como realidad, hace cada vez más difícil que el creci-
miento económico sea capaz de corregir por sí mismo el atraso
cultural que se interpone, a la vez, como un obstáculo formida-
ble frente al desarrollo.
Nunca hemos sido eficaces en organizar los factores culturales
dentro de la perspectiva global del desarrollo, ni en situar el co-
nocimiento científico como base del progreso. Cuánto vamos