6

No somos una pieza activa, sino pasiva de la globalización. La 
posmodernidad está ligada a la cibernética, más que a ningún 
otro concepto. Como en los viejos tiempos de Pitágoras, la 
esencia del universo, y por tanto del conocimiento, ha vuelto a 
ser el número, y no la letra. Es el número el que aparece otra vez 
como principio y esencia de las cosas, rigiendo la armonía del 
mundo. Y es el número el que crea las palabras, y las imágenes. 
Desde el número, un simple par de números binarios, es que 
la cibernética parte hacia la elaboración de todos sus infinitos 
códigos. 

Aprender, investigar, inventar, crear, leer, escribir, comunicar-
se, informarse, recrearse, opinar, nunca había dependido, como 
hoy, de una sola operación, o de un conjunto de operaciones 
ejecutadas a través de un solo instrumento de ámbito domés-
tico, o que podemos llevar con nosotros. Y esta posibilidad 
múltiple para el individuo, transforma también las nociones de 
Estado, nación, sociedad, e identidad, y las pone en crisis. Y aún 
altera nuestra idea del pasado, y nuestra manera de percibir la 
historia. 

Hemos ligado siempre la idea de Estado a la de nación, y he-
mos supuesto una identidad centroamericana. No es una fala-
cia. Pero esa identidad está basada más en su diversidad que en 
colores homogéneos. Perseguir esa identidad común ha sido 
una tabla de salvación, quizás inadvertida, en medio de gran-
des tormentas. Hemos tenido identidad porque la buscamos. 
La identidad está en la búsqueda. Y es un asunto antes que nada