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zánico, sucedía en la historia a Rafael Carrera, amamantado en 
las sacristías. 

¿Pero cuáles eran las distancias verdaderas entre reformadores 
y contra reformadores? Más allá de las inquinas ideológicas y 
las intransigencias políticas, los caudillos de uno y otro signo, 
reformadores liberales o reaccionarios conservadores, seguían 
pareciéndose desde los tiempos de las primeras luchas por la 
independencia. El fruto del siglo XIX centroamericano es el 
caudillo que alza el sable por encima de la ley y se lleva la Cons-
titución entre las patas del caballo del que ya nunca se quiere 
desmontar. La silla del caballo, o la silla presidencial, que viene 
a ser lo mismo. 

Nuestras provincias quedaron desde entonces sueltas y desva-
lidas, divididas por prejuicios mezquinos, a merced de los inte-
reses extranjeros y de las intervenciones militares, y aún en la 
segunda mitad del siglo XX enfrentados en conflictos bélicos 
inútiles, como la célebre guerra del futbol entre Honduras y El 
Salvador en 1969, que lejos de su aparente banalidad tuvo raíces 
profundas que se enterraban en la pobreza, la desigualdad, y los 
intereses de la oligarquías y las castas militares.

“¿Qué hora es en Centroamérica”? Esta pregunta del siglo 
XIX, por retórica que parezca, aún nos la planteamos en el si-
glo XXI, en plena posmodernidad. Si leemos nuestras constitu-
ciones decimonónicas tocamos con las manos la utopía nunca 
resuelta. Gobiernos para el bien común, instituciones firmes y