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a nuestro Señor Jesucristo quien siendo “el camino verdadero 
que conduce a la vida” (Jn. 14,6), nos ha legado su Espíritu para 
“guiarnos a toda verdad y a toda la verdad” (Jn. 16,13). He aquí 
la frontera más sutil a trascender, la barrera más lábil de superar: 
el engañoso, distorsionador y tenebroso muro de la ausencia, o 
de la fragmentación, o de la negación de la verdad. Llevamos 
cincuenta años bregando en esa búsqueda. Les pedimos que si-
gan acompañándonos en los próximos cincuenta. 

¡Muchas gracias!