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con espíritu de coherencia y con el espíritu de sencillez que exi-
ge el rigor intelectual. Conviene precisar que hemos sido, somos 
y seguiremos siendo una institución cultural desde una concep-
ción socio-antropológica de cultura como “modo humano de 
habérselas con la realidad”, forma que posee un grupo social 
para afrontar y cultivar la vida y la historia. Modo -o forma- que 
tiene su expresión visible en símbolos, saberes, hábitos, tradicio-
nes, teorías y comportamientos, y al que, por otro lado, subyace 
una constelación invisible de certezas, creencias, imágenes, va-
lores y sueños. 

La “mística universitaria” además de reflejar un irrenunciable 
deseo, de poseer un horizonte y de sostener una identidad ins-
titucional, posee un centro de gravedad y es impulsada por una 
inspiración última. Una palabra sobre cada uno de estos dos 
aspectos. El centro de gravedad del quehacer universitario es, 
a nuestro modo de ver, la dignidad humana, la dignidad de las 
personas y de los pueblos. La labor universitaria está enfocada 
a desentrañar, legitimar, promover y propiciar esa dignidad. Lo 
que nos hace valiosos es nuestra racionalidad a diferencia de la 
estimulación animal, nuestra capacidad de emoción y de sen-
timientos a diferencia de meras tonificaciones vitales, nuestra 
capacidad de tomar decisiones en base a valores a diferencia de 
la respuesta inevitable y cerrada de los apetitos anímicos. Por 
ello, nuestra dignidad se expresa como libertad. 

Somos seres responsablemente libres abocados a convivir en 
justa equidad y en mutua responsabilidad. Forma parte de nues-
tro “credo universitario” la prestancia de la dignidad humana.