27
cultural, no una instancia política, no una ONG, no una empre-
sa productiva o comercial, no una institución financiera o una
asociación gremial. Por supuesto que tenemos que contar con
un modelo de gestión eficiente y sostenible, y cae por su propio
peso que tenemos que ser socialmente responsables y no estar
al margen de los avatares de nuestros pueblos, máxime cuan-
do esos avatares configuran crisis de gran calado como la que
está sucediendo en nuestro país. Pero, como señala el superior
general de los jesuitas, Adolfo Nicolás, “gestión eficiente” no
debe equivaler a “docilidad al mercado”, y como nos advierte su
santidad Benedicto XVI, “responsabilidad social” no significa
“concesión al utilitarismo”. La universidad, hoy más que nunca
debe defender su identidad.
¡Qué bueno que ha quedado atrás la “torre de marfil” o el “san-
tuario elitista para iniciados”! Pero no para asumir nuevos mo-
delos pretendidamente universitarios igualmente discutibles e
indeseados, aunque siempre, tenemos que reconocerlo, seducto-
res y acechantes. No podemos traicionarnos y mutar de “torres
de marfil” a “fábricas de profesionales” o a “centros de adoc-
trinamiento y dogmatismo” o a “focos de legitimación” activa
o pasiva de sociedades irracionales y, por lo tanto, excluyentes,
depredadoras, antidemocráticas, desgarradoras y enajenantes.
Es pues, y debe seguir siendo la universidad, una instancia cul-
tural de índole académica y formativa. En su acta fundacional,
esta universidad así lo afirmó y a ello se comprometió. Hemos
procurado cumplirlo durante estos cincuenta años. Quizá con
mayor relevancia en unos momentos que en otros, pero siempre