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ria, reivindique el anhelo por la verdad completa, exacta y abier-
ta. La irracionalidad, el desconocimiento, el error y la mentira, 
no son compatibles con la mística universitaria. Ciertamente, no 
con la nuestra. 

La “mística universitaria” posee un horizonte que se formula y 
se condensa en la actualidad en el paradigma social del “desarro-
llo integral y sostenible”. Cuando fuimos fundados estábamos 
ambientalmente convencidos que tanto el progreso material 
como el progreso ético podían darse y avanzar de manera simul-
tánea como tomados de la mano. El tiempo transcurrido nos 
ha comprobado que esto no es así. O que al menos ese doble 
progreso no es mecánico ni automático. El deterioro medioam-
biental, la crisis económica, la inequidad social, la multiforme 
violencia que nos azota, y el desamparo existencial en que es-
tamos sumergidos, así nos lo demuestran. Hoy más que nunca, 
la sociedad puede y debe de esperar de la educación superior 
la teorización, fundamentación y promoción de ese horizonte, 
así como la formación de los profesionales que tendrían que 
ponerlo en marcha. Es esto lo que la sociedad guatemalteca y 
centroamericana puede esperar de nosotros como universidad: 
que todo nuestro quehacer académico, en cuanto transido de 
mística, esté volcado al desarrollo integral y sostenible. 

La “mística universitaria” alimenta y perfila una identidad. La 
universidad, al menos en el Occidente del que somos parte, se 
ha concebido a sí misma a lo largo de los siglos como el lu-
gar social en donde, en palabras de Franz Hinkelammert, “es 
formulada y desarrollada nuestra cultura”. Somos una instancia